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Por Jaime Roset Álvarez.

Normalmente las crónicas son una explicación más o menos pormenorizadas de lo que ha sucedido durante una salida, una actividad, una expedición. En esta ocasión dan ganas de hablar de sensaciones, paisajes y momentos, más que de lo que hicimos en sí.

Encontrar el sosiego de narrar los acontecimientos es algo complicado en nuestro mundo. En eso envidio mucho a los escritores, que son capaces de cerrar los oídos al exterior para asomarse a su alma y a su fantasía.

Como en estos momentos de septiembre, en los que todo arranca como un remolino, es cuando toca poner la carne en el asador de los proyectos para el nuevo curso, no me extenderé demasiado, aunque no por falta de ganas.

Lo que sí he de decir, como hasta ahora prácticamente todas y cada una de las actividades que llevamos organizado como Terranatur, es que las salidas se han ido convertido en toda una experiencia humana y sensorial. Ahora, el coche pasa a un segundo plano, siendo el medio que nos permite movernos por las pistas, llegar a lo más profundo del bosque y a lugares remotamente bellos, casi inaccesibles. Pero lo que cuenta aquí es la gente y los momentos más que la actividad en sí misma.

Agosto terminaba regalando sus últimos días aún cálidos en la montaña pirenaica, donde realmente parecía una segunda primavera casi más intensa y floral que en julio. El sonido de los insectos en las praderas verdes verdísimas, y la eclosión de las mariposas por todos sitios (¿verdad, María?), nos recordaba sin embargo al final de un verano que no quería marchar.

Este año decidimos cambiar algo la estructura de las rutas, de modo que comenzábamos en el espectacular lugar de MonNatura Pirineus en Son, para pasar a Andorra, y luego volver de nuevo a España.

El primer día de llegada a MonNatura fue sin incidentes, pero con la lamentada ausencia de algunos miembros de la familia Terranatur. Tras aposentarnos, la bióloga de MonNatura nos mostró el centro de recuperación de fauna autóctona en una ladera boscosa contigua a una hora poco frecuente (eran ya las 19:00), pero pudimos descubrir todos los animales emblemáticos que alberga: La gineta, el zorro, el tejón, el corzo, el rebeco, la garduña, la marta, los linces, los quebrantahuesos... es algo muy especial poder observar fauna silvestre a tan corta distancia. Creo que todos disfrutamos un montón en esta magnífica visita. Buena bienvenida. Antes y después de la cena, realizamos la parte teórica (planetario), y la parte práctica (observación de estrellas) del taller "un paseo por galaxias". De nuevo las explicaciones, la mirada al cielo nocturno, oscuro de luna nueva, y la visita al observatorio espacial de investigación, colmó los sueños de más de uno, y nos hizo sentir algo más pequeños, pero piezas al fin de al cabo del firmamento.

La mañana prometía ser intensa por lo que a las 8:30 ya estábamos desayunando entre montañas. Poco después salimos a recorrer la ruta que llega desde Esterri al Valle de Arán, siguiendo el curso ascendente del Nogera Pallaresa, nuestro emblemático acompañante acuático de la comarca del Pallars Sobirá. Viendo sus orillas a veces inaccesibles por una vegetación casi selvática, era fácil imaginar a aquellas balsas de troncos (rais) para bajar la madera desde la montaña. La profesión ahora extinguida, se rememora aguas abajo en la Pobla de Segur todos los años y es conocida como "Diada dels raiers"

Los participantes, organizados en tres grupos de cuatro vehículos cada uno, uno de ellos compuesto por nuestros amigos de Raid Aventura 4x4 con Fede y Luis al mando pero en la retaguardia, comenzaron a descubrir una de las vías de acceso a la otra vertiente de los Pirineos constituida por un profundísimo valle boscoso y sorprendente jalonado de abetos y pinos negros, muchos centenarios. Al final del recorrido visitamos el Santuario de Montgarri donde tras almorzar dimos la vuelta y recorrimos la pista en sentido inverso. Este año no subimos a las praderas de Beret y Baqueira, que ahora lejos del bullicio de la nieve, hubieran sido paso obligado para acceder al sobre explotado valle de Arán.

Antes de comer ya habíamos iniciado la ruta de los Contrabandistas. Aunque era ya un poco tarde, decidimos que la "cueva de los Hippies" era un buen sitio para desplegar a la chiquillería (13 niños) y todas las viandas. Así que en pleno campamento de lo que fue hogar de bohemios y trotamundos, estuvimos disfrutando de las montañas de Tor, el pueblo que habíamos dejado pocos kilómetros antes. Hubo tiempo para las primeras conversaciones tranquilas café en mano, y fue cazadero de grillos, mariposas y otros insectos para los niños, que estaban desbocados en medio de tanta naturaleza bien tratada.

Reemprendiendo la ruta, llegamos al puerto de Cabús, entrada a Andorra, disfrutando de uno de los valles más bellos que existen en España, bien conservado, y en el que puede verse una preciosa representación de los pinares de montaña de pino negro (Pinus uncinata), no sometido a explotación forestal, y que conserva los árboles que van muriendo como si se tratara de una reserva integral o parque Nacional. La mayoría, vivos o muertos, son esculturas magníficas, casi imposibles. Son bosques que nos permiten imaginar un mundo inexplorado. Sin duda, felicidades a los propietarios de esas fincas y al pueblo de Tor, que ha conseguido preservar este impresionante valle a salvo de especuladores sin escrúpulos, quien sabe, sino a costa de su propia sangre según cuentan.

Desde el puerto de Cabús, se ve toda Andorra, "el país de los Pirineos", según reza su eslogan. Es un mar caótico de valles encastrados unos en otros rasgando una cadena montañosa que asciende hasta más de los 3000 m de altitud, de ese modo aparecen valles vertiginosos, sin casi lugares planos, donde la población pudiera asentarse. La geología, como en toda la zona, está compuesta por relieves de pizarras, cuarcitas y granitos, que sitúan a esta parte de los Pirineos en la zona silícea, en contraposición con el pirineo calizo, más propio de las zonas centrales como el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Todas las vistas están surcadas en tierra por las innumerables pistas de esquí, y en el cielo por infinidad de aviones que pasan justo por esta zona. Ahí caballos y las primeras fotos del grupo que se iba animando cada vez más.

La bajada hasta nuestro lugar de pernocta y diversión, el Hotel Anyos Park, permite llevarnos la primera impresión del país. Llama la atención los numerosos campos de tabaco, que nos contaron que aun siendo de una calidad pobre, los campesinos los cultivan con ahínco y por doquier, puesto que el gobierno andorrano tiene la obligación de comprar toda la producción.

Anyos Park fue el lugar elegido para pasar la segunda y tercera noches por su estratégica ubicación, por la calidad de su hospedaje y comida, y por tener piscina, un gran SPA con Jacuzzi y saunas que hizo las delicias de todos, -en particular de los más pequeños-, que nada más llegar no se resistieron a un primer bañito de burbujas y chorros de agua caliente. Este primer día ya dio lugar al disfrute del Aqualonge, donde con una buena ambientación, música Chill Out y copa en mano, ya se dieron cita las primeras carcajadas e historietas de lo acaecido. Al día siguiente había jornada de las "duras" lo que paró la fiesta sobre la 1 de la mañana.

Tras un completo desayuno tipo bufet y el correspondiente breafing, quedó claro que la ruta de los Bonys y la de las Crestas Negras iban a ser largas, pero de impresión.

La primera transcurre en España desde Os de Civis, pueblo Español, pero con acceso desde Andorra, cruzando algunos paisajes espléndidos y poco conocidos. En ruta pasamos por una bonita ermita para acabar con el obligado "ángelus" en Sant Joan de L'erm, a la sombre de una respetable pinada. Ni que decir del despliegue de mesas, sillas, y demás que se monta incluso para el aperitivo campestre al que nos dimos todos los días.

La ruta era larga y había ganas de subir a las Crestas Negras a más de 2600 metros, por lo que decidimos acortar algo la de los Bonys y comer en La Rabassa. Se trata de una estación de esquí a gran altitud, base de la imponente ruta que nos llevó dentro de territorio andorrano por cumbres realmente impresionantes. La comida fue en un pequeño collado de vistas memorables.

-Jaime, ¿por qué no te has puesto abajo, en el llano? - Pues la verdad es que sería más cómodo quizás, pero no tendríamos estas vistas. Creo que a más de uno cautivó el lugar elegido. Desde luego a mí sí. Los más jóvenes ponían la banda sonora con la guitarra de fondo. Por un momento confluyeron todos los elementos de lo que quizá sea la felicidad absoluta: familia, queridos amigos, naturaleza salvaje, afición-diversión, buena comida y la música. Inolvidable instante. Ojalá la vida nos regale muchos más como este ;)

De la espectacularidad de las vistas aéreas en todo momento, y el día precioso que hacía, le vino el sobrenombre a esta ruta de "navegando entre las nubes". Las caras de satisfacción de todos nosotros hablaban por sí mismas: estar a 2600 metros contemplando montañas y valles a nuestros pies es maravilloso. La ruta es entretenida, en tramos semejante a las descarnadas montañas del Atlas. A veces la sensación es la de circular entre las cumbres de un planeta yermo. Al llegar al final, hay una vieja furgoneta Volkswagen varada de por vida entre piedras, refugio de pastores que le da un toque ciertamente romántico al sitio. Por cierto, a la foto de grupo acompañó un rebaño de ovejas y su pastor. Bajamos bordeando los abismos por una ruta alternativa, y al llegar a Andorra unos decidieron darse una vuelta a comprar y otros nos fuimos con la chiquillería al SPA del Anyòs Park. Esa noche en el Aqualonge, hubo de nuevo ambiente, copas y diversión.

El lunes tocaba cambio de rumo, cambio de vertiente a nuestra España, a nuestra Cataluña (o Catalunya, qué más da como lo escribas). Nos demoramos hasta las 11 para dar tiempo a un último bañito en el SPA o alguna que otra compra o paseo por Andorra. La subida al Puerto de Cabús es tan impresionante como la bajada. Hicimos una parada para despedirnos de Andorra creando con nuestros cuerpos primero la palabra completa ANDORRA, y luego, como no se distinguía bien quizá por tanta "tripita", hicimos un gran "AND". Buena y divertida idea, querido Miguel Ángel. ¡Qué buen ambiente en toda la expedición! gracias amigos por tan gratos momentos.

Bajando a Tor, hubo sesión fotográfica de los coches descendiendo por esas mágicas pistas. Al llegar a la bifurcación del Cueva de los Hippies, dejamos los coches para subir andando hasta un picacho, que como un trampolín tapizado de césped, separa el valle en dos creando un mirador privilegiado de todo el territorio. ¡Qué gusto bajar por la pradera ladera abajo corriendo libre hacia los coches!, ¿verdad que sí, Javichu? Mi amiga María no dejaba de buscar mariposas. María la domadora de insectos, la princesita de los saltamontes. Besitos.

Llegamos al final a Tor e hicimos algo de tiempo cerveza en mano fuera del restaurante Casa Sisqueta de Tor, donde Fede, transfigurado de alcalde de Tor nos recibió en la balconada del lugar de la comida generando la aclamación general. ¡Pedazo Lider! Apareció por ahí un viejo conocido, "el barbas", que ya con su aspecto, su semblante y su conocimiento de la vida nos dejó a todos impresionados. Esta mezcla de hombre y druida leyó el alma a más de uno, y se dedicó a sanar males de por fuera y por dentro, no dudó en hacer maniobras con sus propias manos en los pies y piernas de algún dolorido participante, preparar varios brebajes con plantas silvestres de los roquedos cercanos. Adolfo fue uno de los beneficiarios principales para el que hubo un antes y un después. Vino con unas hierbas a las que sometió a decocción y aseguró que con esto se curaba el asma y la tontería, que con artemisa se irían los dolores menstruales, y así sucesivamente.

Pasamos al comedor por fin en un pequeño salón rústico e irregular con chimenea y la cocina colindante. Todo en uno, todos juntos y el apetito abierto y desbordante. Olores ricos mezclados con la risa de ver beber en porrón a los demás. Viandas de primera: ensaladas con queso de cabra, revuelto de patatas con acelgas, carne a la parrilla, un excelente guiso de pollo de corral con setas silvestres (Boletus pinophillus o edulis), quesos, embutidos de la zona unos curados y otros a la misma brasa que nos calentaba con agrado la espalda a más de uno... En fin, ¡Qué momentazo de nuevo!. Los niños comieron en una especie de pajar transformado en zona de comidas. Los mayores se hicieron cargo de los pequeños traviesos, en particular mis amigos Álvaro y Alberto. ¡figuras!

La sobremesa con pastel, yogur artesanal, fruta, algún licorcito, café, miel... en fin, tras el viaje dos kilitos de grasa y otros dos más de felicidad. Tras terminar, a las monturas y saliendo por Alins disfrutamos de un tramo de pista selvático desgraciadamente hormigonado hace pocos años.

Nos esperaba para cerrar la jornada una espectacular ruta 4x4 que hemos llamado "La Estrecha" por el tramo de carretera entre Escaló y Escart, dos pueblos de origen medieval. La ruta dividió al contingente en espera de Adolfo que fue a recoger un brebaje del barbas antes mencionado en Sort. Tiempo aprovechado por algunas de nuestras participantes para hacer improvisado botellón junto al río. En esta ruta el bosque volvió a tomar vida regando de troncos y piedras el recorrido, obstáculos unos más naturales que otros. Ya el colmo fue un espantapájaros de bienvenida en medio del camino improvisado con un chaleco reflectante rellenado de hierba. ¡qué cachondos!

Algunos visitaron una ermita perdida coincidiendo con el anochecer entre las pirenaicas montañas. Un día más para recordar de por vida.

La ruta es casi circular y termina en Baisca. De ahí por carretera al Hotel La Morera, que nos recibió con sus balcones de madera floridos de miles de geranios. No sé tú, pero está claro que hay gente sabe hacer como hacernos sentir como en casa. Gracias Carlos, tu hotel es sin duda un enclave para regresar una y otra vez. Ni que decir que la cena, en la que todos se pusieron sus mejores galas y taconazos (Yoli, mención especial: "antes muerta que sencilla";), fue abundante y muy rica con productos y platos típicos de esta comarca tan especial.

Luego tomamos el salón para las copas y las charlas, monólogos y la presentación casi televisiva de Juanurru y Adolfín a cargo de Yoli. Unos antes y otros más tarde fuimos sucumbiendo al dulce cansancio de tan completa jornada. Las camas del hotel son muy cómodas y tienen sábanas de algodón, de esas que parece que te acarician el cuerpo toda la noche. Felices sueños, Terranatures, os lo habéis ganado.

Ya amanecía el lunes, y era mañana libre para vivir una singular aventura para muchos. Se dio la opción de hacer un descenso por los rápidos del Noguera Pallaresa 14 Km aguas abajo desde Llavorsí hasta Rialp. 25 de los 38 integrantes de la expedición decidieron embutirse en los neoprenos (¡qué risa!) y compartir las sensaciones que produce navegar en un raft pasando más de 20 zonas de aguas turbulentas. Nos mojamos, salpicamos, saltamos, reímos como extraños seres anfibios. Ahora sabemos que el río no nos pertenece, nosotros pertenecemos al río.

Comimos esta vez junto al río antes de comenzar la última ruta 4x4 de la expedición por la montaña de Llesui, ruta aérea a 2000 m, siguiendo el trazado de las curvas de nivel de las murallas periféricas del Parque Nacional. Por la tarde esas montañas generan unos claro-oscuros, unos contrastes y unas texturas difíciles de describir, en particular cuando la luz se tamiza lanzando cortinas luminosas al corte de las crestas montañosas, que inaccesibles nos protegían durante todo el camino. Luis entendió a la primera que convenía acortar y que había una forma estupenda de hacerlo. La pista serpentea ladera abajo mientras los pastizales verdes dan paso a praderas de doradas gramíneas, que a contraluz crean un formidable paisaje. Una vez más nos sentimos libres como el viento aunque sea un tópico, prueba a cerrar los ojos, días después cuando leas esto: seguro que ves esas cadenas montañosas de azul degradado y afilados picos tu retina. Pues bien, ahora esta imagen te va acompañar mucho tiempo. Te lo garantizo, volverás.

De regreso a la Morera, y de nuevo cena rica algo más pausada, y sesión de proyección de vídeos y fotos por parte de Isabel. Había que madrugar algo más al día siguiente, el último día, y la gente de nuevo se fue retirando bien entrada la noche.

Con las primeras luces el día prometía. La verdad es que disfrutar de cinco días de sol en los Pirineos es también estupendo, y eso que amamos el contraste y la lluvia que desempolva los caminos. Esta mañana tocaba caminar. Había que descubrir el tesoro que albergan estas montañas. El Parque Nacional de Aigues Tortes i Estany de San Maurici es sin duda uno de los Parques Nacionales más bellos e impactantes que conozco. Terranatur quiere compartir estos lugares emblemáticos de la naturaleza con gente que tenga la sensibilidad de rendirse ante estos grandiosos paisajes, estos abetos centenarios dignos de ser abrazados, esos torrentes de montañas que mueren en lagos de verdes y azules claros -colores imposibles-...

La senda desde el aparcamiento serpentea dentro de un Abetal sobre tarima del madera apta para sillas de ruedas (¡qué buena iniciativa!). Ambiente nemoral, fresas silvestres y las primeras setas jalonaban el camino. Tras cruzar un riachuelo y subir una pequeña ladera florida, el camino se abría entre impresionantes montañas afiladas y altaneras. Aún había algún nevero que este año será de nieve perpetua por primera vez en muchos años. Mención especial a los más pequeños de la expedición, que en cabeza dieron ejemplo de buen ritmo y saber caminar por el monte hasta el Lago de San Mauricio. 

Al llegar fotos, mojarnos los pies, beber en la rica fuente y prolongar algo más el placer siguiendo una senda que rodeaba el lago para cambiar de encuadre de decenas de fotos.

Objetivo cumplido, cuando los pies de un cuatrero dejan de pisar pedales para conectar con la tierra, la "Pacha Máma", podemos decir que ese territorio lo hemos conquistado, ahí es cuando realmente hemos sido parte y realmente hemos estado. Queridos amigos: ¡espero bajaros muchas veces más de vuestras mecánicas monturas!

Ya sólo quedaba descender por donde habíamos venido, emboscados de nuevo bajo abedules pinos y abetos, serbales de los cazadores e innumerables avellanos para llegar de nuevo al aparcamiento y llegar a comer al Camping Vorapark, donde Marissa nos estaba preparando la comida. Como estábamos un poco antes, los niños disfrutaron de la piscina y de las magníficas instalaciones de ese camping único y singular.

La comida de hermandad a base de ensaladas, chuletas, butifarras a la brasa, risoto con setas silvestres, nos sirvió de despedida mientras recordábamos los buenos momentos vividos y nadie quería partir. La tarde amenazaba con hacernos llegar a las mil, y unos tras otros nos resignamos a ir volviendo, cada cual a su destino, cada mochuelo a su olivo.

No quería extenderme y llevo seis páginas, menos mal que quería ser breve...

Bueno, no puedo terminar este escrito sin agradecer de corazón a todos los que habéis hecho posible estos días. Esperamos veros en muchas más aventuras, queridos cazadores de paisajes y buenos momentos.

Jaime. Expedicionario bien satisfecho.

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